«Queridos hermanos y hermanas, ha concluido hace poco en la basílica
de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a
la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y
reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas
sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la
sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus
enseñanzas de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para
un empeño adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias.
De manera que el plan ordinario del Creador para el hombre y la mujer
pueda realizarse y obrar en toda su belleza y fortaleza en el mundo de
hoy.
La liturgia de este domingo propone justamente el texto fundamental
del Libro del Génesis, sobre la complementariedad y reciprocidad entre
el hombre y la mujer. Por ello --dice la biblia-- el hombre deja a su
padre y a su madre y se une a su esposa y los dos se vuelven una sola
carne, o sea una sola vida, una sola existencia. En tal unidad los
cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se vuelven
progenitores. Participan de la potencia creadora del mismo Dios.
¡Pero atención!, Dios es amor y se participa a su obra cuando se ama
con Él y como Él. Con tal finalidad --dice san Pablo-- el amor ha sido
puesto en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha
sido dado. Y ésto es también el amor que es dado a los esposos en el
sacramento del matrimonio.
Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores,
momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de general
hijos, de atenderlos, acogerlos, hacerlos crecer, educarlos. Es el
mismo amor que en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños:
“Dejen que los niños vengan a mi, no se lo impidan: a quien es como
ellos de hecho pertenece el reino del Cielo".
Pidamos hoy al Señor que todos los papás y los educadores del mundo,
como también la sociedad entera, sean instrumentos de aquella acogida,
de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en
sus corazones la ternura y la solicitud de un padre y al mismo tiempo de
una madre.
Pienso a tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados
a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños
infelices, con la mirada perdida, que huyen de la pobreza y los
conflictos, que llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones
implorando ayuda.
El Señor nos ayude a no ser una sociedad-fortaleza, sino una
sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero
acogerlos, acogerlos siempre, con amor.
Les invito a apoyar con la oración los trabajos del Sínodo, para que
el Espíritu Santo vuelva a los Padres sinodales plenamente dóciles a sus
inspiraciones.
Invocamos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos
espiritualmente a quienes en este momento, en el Santuario de Pompei,
recitan la 'Súplica a la Virgen del Rosario'».
(El Papa reza la oración del ángelus)
«Ayer en Santander, en España, fueron proclamados beatos, Pío Heredia
y 17 compañeros y compañeras del 'Orden de los Cistercienses de
estricta observancia y de San Bernardo', asesinados por su fe durante la
Guerra Civil Española y la persecución religiosa de los años treinta
del siglo pasado. Alabemos al Señor por estos valientes testimonios, y
por su intercesión súpliquemos de librar al mundo del flagelo de la
guerra.
Quiero dirigir al Señor una oración por las víctimas del alud que ha
arrasado a todo un pueblo en Guatemala, así como a los del aluvión en
Francia, en la Costa Azul. Estemos cerca de las poblaciones duramente
golpeadas también con la solidaridad concreta.
Agradezco a todos ustedes que han venido y son tan numerosos, desde
Roma, Italia y de tantas partes del mundo. Saludo a los fieles de la
arquidiócesis de Paderborn en Alemania, y a los de Porto de Portugal, y
al grupo del colegio Mekhitarista en Roma.
En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con
particular cariño a los peregrinos italianos, en particular a los fieles
de Reggio Calabria, Bollate, Mozzanica, Castano Primo, Nule y Parabita.
Saludo a los jóvenes de Belvedere di Spinello y a la asociación de los
derechos de los peatones de Roma y del Lazio.
Y a todos les deseo un buen domingo, y por favor no se olviden de rezar por mi. 'Buon pranzo e arrivederci'».
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