San Juan es considerado uno de los más importantes poetas líricos de la literatura española. Sus obras mayores son cuatro: Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva.
En el Cántico espiritual,
san Juan presenta el camino de purificación del alma, es decir, la
progresiva posesión gozosa de Dios, hasta que el alma llega a sentir que
ama a Dios con el mismo amor con que es amada por Él. La Llama de amor viva prosigue
en esta perspectiva, describiendo más en detalle el estado de unión
transformadora con Dios. El ejemplo utilizado por Juan es siempre el del
fuego: como el fuego cuanto más arde y consume el leño, tanto más se
hace incandescente hasta convertirse en llama, así el Espíritu Santo,
que durante la noche oscura purifica y "limpia" el alma, con el tiempo
la ilumina y la calienta como si fuese una llama. La vida del alma es
una continua fiesta del Espíritu Santo, que deja entrever la gloria de
la unión con Dios en la eternidad.
La Subida al Monte Carmelo
presenta el itinerario espiritual desde el punto de vista de la
purificación progresiva del alma, necesaria para escalar la cumbre de la
perfección cristiana, simbolizada por la cima del Monte Carmelo. Esta
purificación es propuesta como un camino que el hombre emprende,
colaborando con la acción divina, para liberar el alma de todo apego o
afecto contrario a la voluntad de Dios. La purificación, que para llegar
a la unión de amor con Dios debe ser total, comienza desde la de la vía
de los sentidos y prosigue con la que se obtiene por medio de las tres
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, que purifican la
intención, la memoria y la voluntad. La “Noche oscura" describe el
aspecto “pasivo”, es decir, la intervención de Dios en el proceso de
“purificación” del alma. El esfuerzo humano, de hecho, es incapaz por sí
solo de llegar hasta las raíces profundas de las inclinaciones y de las
malas costumbres de la persona: las puede frenar, pero no
desarraigarlas totalmente. Para hacerlo, es necesaria la acción especial
de Dios que purifica radicalmente el espíritu y lo dispone a la unión
de amor con Él. San Juan define "pasiva" esta purificación, precisamente
porque, aun aceptada por el alma, es realizada por la acción misteriosa
del Espíritu Santo que, como llama de fuego, consume toda impureza. En
este estado, el alma es sometida a todo tipo de pruebas, como si se
encontrase en una noche oscura.
Queridos hermanos y
hermanas, al final queda la cuestión: este santo con su alta mística,
con este arduo camino hacia la cima de la perfección, ¿tiene algo que
decirnos a nosotros, al cristiano normal que vive en las circunstancias
de esta vida de hoy, o es un ejemplo, un modelo solo para pocas almas
elegidas que pueden realmente emprender este camino de la purificación,
de la ascensión mística? Para encontrar la respuesta debemos ante todo
tener presente que la vida de san Juan de la Cruz no fue un “vuelo por
las nubes místicas”, sino que fue una vida muy dura, muy práctica y
concreta, tanto como reformador de la orden, donde encontró muchas
oposiciones, como de superior provincial, como en la cárcel de sus
hermanos de religión, donde estuvo expuesto a insultos increíbles y
malos tratos físicos. Fue una vida dura, pero precisamente en los meses
pasados en la cárcel escribió una de sus obras más bellas. Y así podemos
comprender que el camino con Cristo, el ir con Cristo, "el Camino", no
es un peso añadido a la ya suficientemente dura carga de nuestra vida,
no es algo que haría aún más pesada esta carga, sino algo completamente
distinto, es una luz, una fuerza que nos ayuda a llevar esta carga. Si
un hombre tiene en sí un gran amor, este amor casi le da alas, y soporta
más fácilmente todas las molestias de la vida, porque lleva en sí esta
gran luz; esta es la fe: ser amado por Dios y dejarse amar por Dios en
Cristo Jesús. Este dejarse amar es la luz que nos ayuda a llevar la
carga de cada día. Y la santidad no es obra nuestra, muy difícil, sino
que es precisamente esta “apertura”: abrir las ventanas de nuestra alma
para que la luz de Dios pueda entrar, no olvidar a Dios porque
precisamente en la apertura a su luz se encuentra fuerza, se encuentra
la alegría de los redimidos. Oremos al Señor para que nos ayude a
encontrar esta santidad, a dejarnos amar por Dios, que es la vocación de
todos nosotros y la verdadera redención. Gracias.
S.S.Benedicto XVI
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