VÉ AL SANTÍSIMO
La adoración
eucarística es un momento de intimidad, de confianza y de amistad con
Dios. En esos ratos de oración ante el Santísimo, ante Jesús
Sacramentado, recordamos que su presencia es fruto del amor que nos
tiene. Es un momento oportuno para renovar nuestro propósito de ser
santos y de responder generosamente al amor de Dios. En la adoración a
Cristo Jesús también podemos pedir perdón por nuestras faltas y pecados,
reconociendo así, con humildad, que sólo Él tiene el poder para
perdonarnos y que lo ejerce por medio de sus sacerdotes en el
confesionario, renovando nuestra confianza en su misericordia.
Podemos rezar
por los demás, por nuestros familiares, los amigos, por los necesitados,
los sufrientes, los enfermos, los agonizantes, los pobres... También
por la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes...Por los
desvalidos, por los que necesitan de la fe y se creen abandonados de
Dios, por la conversión de los infieles y de los seguidores de las
falsas religiones, por el arrepentimiento de los herejes...Podemos
ofrecer un acto de reparación por los pecados nuestros y ajenos, en
especial por las ofensas que se profieren contra el nombre de Dios y los
sacrilegios que se realizan contra el Santísimo Sacramento; por los
crímenes contra los no nacidos, por los pecados contra la moral y la
castidad; por las faltas contra la justicia; por el flagelo del crimen
organizado... En fin, en cada uno de nosotros anidan diversas
intenciones y necesidades que podemos presentar con fe y confianza.
¡Ojalá podamos hacer de la visita al Santísimo un hábito que tendrá
muchos frutos en nuestra vida espiritual!
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
-Por la señal...
-Señor mío Jesucristo...
ORACIÓN PREPARATORIA.
Aquí estoy en vuestra divina presencia, Jesús mío, para visitaros.
He venido, Señor, porque me habéis llamado.
Vuestra
presencia real en la Sagrada Eucaristía, es el eco de aquellas palabras
que nos dirigís en el Evangelio: "Venid a Mí todos los que estáis
cargados con vuestras miserias y pecados y Yo os aliviaré". Aquí vengo,
pues, como enfermo al Médico, para que me sanéis; como pecador al Santo,
para que me santifiquéis; y como pobre y mendigo al rico, para que me
llenéis de vuestros divinos dones.
Creo, Jesús
mío, que estáis en el Santísimo Sacramento del Altar, tan real y
verdaderamente como estabais en Belén, como estabais en la cruz y como
estáis ahora en el Cielo.
Espero en Vos, que sois poderoso y bueno, para santificar mi alma y salvarme.
Os amo con
todo mi corazón, porque sois la Bondad infinita, digno de ser amado de
todas las criaturas del Cielo y de la tierra; y me habéis amado hasta
derramar vuestra sangre y dar vuestra vida en la cruz por mi.
Vengo aquí a
buscar un refugio contra la corrupción del mundo. En el mundo todo es
falsedad y mentira; vengo a Vos que sois la Verdad eterna. El mundo está
lleno de abismos de iniquidad; vengo a Vos que sois el único Camino de
la felicidad. En el mundo todo es sensualidad y pecado; vengo a Vos que
sois Vida y Santidad de las almas.
¡Dadme luz,
Señor! ¡Que yo os vea presente en el Sagrario con los ojos de la fe; y
que mi corazón beba hasta saciarse de la fuente del Amor divino que
brota de vuestro Corazón Sacramentado!
COMUNIÓN ESPIRITUAL.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
ESTACIÓN AL SANTÍSIMO.
Está
constituida por el Padrenuestro, el Avemarías y el Gloria, se repiten
cinco veces por las cinco llagas de N.S. Jesucristo y una vez por el
Papa.
JACULATORIAS CONTRA LA BLASFEMIA.
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, la excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
ORACIÓN FINAL.
Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis recibido y permitido gozar de vuestra presencia y compañía amorosas.
Me vuelvo a
mis ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y en mis
descansos me acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que
merece vuestra amistad divina.
Dadme vuestra bendición y concédeme todas las gracias, que necesito, para amaros y serviros con la mayor fidelidad.
Bendice,
Señor, al Papa, vuestro Vicario en la tierra; líbrale de todos los
enemigos de la Iglesia, ilumínale y santifícale para que confirme en la
fe a todos nuestros hermanos. Dale sabiduría y asístelo para que logre
que todos los fieles nos mantengamos en la fe de Cristo sin
contaminación alguna y nos conservemos unidos a la Iglesia Católica por
los vínculos de esa fe, así como también por la caridad en el obrar,
para que, de este modo, todos alcancemos la salvación de nuestras almas.
Bendice a
vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las naciones;
que los paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo
Jesucristo; que los herejes renieguen de sus yerros; que los seguidores
de las falsas religiones se conviertan a la verdadera Iglesia y se
integren a la única arca de salvación; que ellos y los pecadores
tengamos arrepentimiento.
Bendice a
vuestros sacerdotes, consérvalos fieles a las enseñanzas de la Iglesia,
protégelos de las tentaciones, santifícalos y multiplícalos. Y danos,
Señor, la sabiduría para discernir entre tus buenos ministros y los
falsos pastores que son guías ciegos y lobos rapaces que buscan
llevarnos al abismo.
Bendice y protege a nuestra nación.
Bendice a todos nuestros bienhechores y concédeles la bienaventuranza eterna.
Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios.
Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra gracia y amistad y que un día nos reunamos en la Gloria.
Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio.
Da la salud a
los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos vuestro
divino amor, consérvanos íntegros en la fe y en la obediencia a tus
mandamientos hasta el final de nuestra vida para poder alcanzar un día
la luz esplendorosa de la Gloria, donde en unidad con el Padre y el
Espíritu Santo te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos.
Amén.
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fuente: catolicidad
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