Hemos escuchado en el Evangelio que
«José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su
mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios
confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María
y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha
señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a
María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo,
también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la
Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).
¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en
silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun
cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de
Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo
momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los
momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para
el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento
dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el
Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el
taller donde enseñó el oficio a Jesús
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la
Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos,
disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le
pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no
quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su
palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de
piedras vivas marcadas por su Espíritu. (S.S. Francisco en su asunción 19 de marzo 2013)
Santa Teresa de Jesús: "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
Hacia el final de su vida, la mística fundadora decía: "Durante
cuarenta años, cada año en la Fiesta de San José, le he pedido alguna
gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo
a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran
santo, y verán que grandes frutos van a conseguir"
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