Con
la fiesta de hoy acaba el tiempo de Navidad y Epifanía. Desarmaremos
nuestros pesebres y retomaremos, a partir de mañana y hasta la Cuaresma,
el tiempo 'durante el año', habiendo renovado en estas celebraciones
navideñas la conciencia de nuestra dignidad de hijos de Dios, hermanos
adoptivos del Hijo unigénito quien, en este tiempo, se nos ha
manifestado de modo especialmente luminoso. Precisamente durante estos
días la Liturgia de las horas iniciaba la oración cotidiana con la antífona: "A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle."
En realidad Navidad y Epifanía son dos aspectos del mismo acontecimiento: uno, el navideño,
insiste en la inyección de Vida divina, en la renovación de la
humanidad, en la plenificación del hombre. Dios ha nacido como hermano
nuestro. El otro aspecto, la epifanía
-epifanía quiere decir 'aparición luminosa'- resalta que, al mismo
tiempo, este nacimiento forma parte de la gran manifestación o
revelación de Sí que Dios hace al ser humano para mostrarle su radiante
intimidad. Será precisamente el conocer y amar esta resplandeciente
Intimidad Trina el gozo final de nuestro existir cristiano.
El Catecismo nos habla del sentido de la Epifanía (manifestación de Cristo) en el n.528:
La epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo
de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y
las bodas de Caná, la epifanía celebra la adoración de Jesús por unos
“magos” venidos de Oriente. En estos “magos”, representantes de
religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de
las naciones que acogen, por la encarnación, la Buena Nueva de la
salvación.
Mago es una palabra de origen iranio, ma-ji, de etimología incierta y que los griegos transliteraron magoi
que, en épocas remotas, designaba a sacerdotes o hechiceros iranios
servidores de diversas religiones. En la famosa inscripción de Bisitún del siglo VI AC, expuesta en el Louvre, se conserva la noticia de una fulminantes victoria de Darío el Grande sobre los maji que se habían rebelado contra él. En época persa se designaba con ese nombre a los sacerdotes de Zoroastro.
Pero ya en el siglo primero antes de Cristo el nombre de magusai , en sirio, se daba a los sabios que en Babilonia practicaban la astrología. Hay que pensar que, en aquellas épocas, el conocimiento de los astros,
aún en su versión astrológica, constituía para la gente no una
superstición sin fundamento científico -como hoy lo sabemos-, sino casi
el 'non plus ultra' de la sabiduría, incluso de la ciencia, de lo que
podía alcanzar el saber humano en el orden de los últimos secretos de la
naturaleza. El paso de la astrología a la astronomía, de la alquimia a
la química, de la sabiduría leída en viejos textos a la descubierta en
la experimentación, se dará recién en épocas modernas, después de
Galileo.
"Epifanía" se llama a nuestra fiesta de hoy: del griego epifáneia ,
manifestación. Dios que se manifiesta a los magos representando a los
paganos, primero mediante la estrella, luego por la Escritura que les
explican los judíos, finalmente en el mismísimo sol que se acuna en los
brazos de la Virgen.
fuente:catecismo.com.ar
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