A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos. Atraído por María, Raimundo Kolbe abraza la vida religiosa. El 4 de septiembre de 1910, toma el hábito franciscano, con el nombre de “hermano Maximiliano María”. . Finaliza sus estudios en Roma, sus superiores lo envían a la universidad gregoriana de Roma y en 1918 es ordenado sacerdote. Fue en Roma donde la Virgen le inspiró que fundara la “Misión de la Inmaculada” En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada."
Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares. En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi").
En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio. Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime». Los hombres miraban lo que sucedía en el campo de «Auschwitz» (Oswiecim). Y, aunque a sus ojos les parecía que «moría» un compañero de su tormento, aunque humanamente podían considerar su «partida de este mundo» como «una desgracia», sin embargo, en su conciencia ésta no era simplemente «la muerte».
En esta muerte, terrible desde el punto de vista humano,
estaba toda la definitiva grandeza del acto y de la opción humanas:
voluntariamente se ofreció a la muerte por amor.
En esta su muerte humana había un testimonio
transparente de Cristo: el testimonio dado en Cristo a la dignidad del hombre,
a la santidad de su vida y a la fuerza salvadora de la muerte, en la que se
manifiesta la fuerza del amor.
Por esto, la muerte de Maximiliano Kolbe se convirtió
en un signo de victoria. La victoria conseguida sobre todo el sistema de
desprecio y odio hacia el hombre y hacia lo que de divino existe en el hombre;
victoria semejante a la conseguida por nuestro Señor Jesucristo en el
calvario.
Pelicula: Vida por Vida
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