martes, 24 de julio de 2012

San Francisco Solano

El 9 de marzo de 1549 nació en Montilla, Andalucía, San Francisco Solano, apóstol de las tierras del Tucumán y “taumaturgo del Nuevo Mundo”, tal como lo llamaron quienes estudiaron su vida y sus milagros
El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.

Ocurrió que un Jueves Santo, mientras predicaba en La Rioja, corrió la voz de que una horda de 9000 indígenas se disponía atacar la ciudad. Y mientras todo el mundo corría en pos de armas y tomaba posiciones para la defensa, San Francisco salió con su crucifijo en la mano y colocándose frente a los bárbaros les habló de manera clara y firme, como cuando predicaba. Y así fue que aquellos desistieron y aceptaron el bautismo. En señal de agradecimiento, San Francisco entronizó al Niño Dios como Alcalde de La Rioja, dando origen a la célebre fiesta del Tinkunaco.


Fue canonizado el 27 de diciembre de 1726 y hoy se lo recuerda como patrono de las ciudades de Montilla, Lima, Panamá, Cartagena de Indias, La Habana, Ayacucho y La Plata y como protector de la Unión de Misioneros Franciscanos, de los terremotos y del folklore argentino.

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