domingo, 19 de julio de 2015

Angelus 19 de julio 2015 EL BUEN PASTOR



«Queridos hermanos y hermanas. Buenos días.


¡Veo que son muy valientes con este calor de playa. Felicitaciones!


El Evangelio de hoy nos dice que los apóstoles después de la
experiencia de la misión, están contentos pero cansados. Y Jesús lleno
de comprensión quiere darles un poco de alivio. Entonces les lleva a
aparte, un lugar apartado para que puedan reposarse un poco. “Muchos entretanto los vieron partir y entendieron... y los anticiparon”.


Y a este punto el evangelista nos ofrece una imagen de Jesús de
particular intensidad, 'fotografiando' por así decir sus ojos y
recogiendo los sentimientos de su corazón. Dice así el evangelista: “Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella,
porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”
.


Retomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los 'verbos del Pastor'.


El primero y el segundo están siempre asociados a la actitud de
Jesús: de hecho su mirada no es la de un sociólogo o la de un
fotoreporter, porque Él mira siempre “con los ojos de corazón”.


Estos dos verbos: 'ver' y 'tener compasión', configuran a Jesús como
el Buen Pastor. También su compasión no es solo un sentimiento humano,
pero es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de
Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la multitud
con el pan de su palabra.


O sea, enseñar la palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña. ¡Que bello es esto!


Y he pedido al Señor que el espíritu de Jesús, el Buen Pastor, me
guiase durante el viaje apostólico que realicé los días pasados en
América Latina, que me permitió visitar Ecuador, Bolivia y Paraguay.


Agradezco a Dios con todo el corazón por este don. Agradezco a los
pueblos de estos tres países, su cariñosa y calurosa acogida y por su
entusiasmo.


Y renuevo mi agradecimiento a las autoridades de estos países por su
acogida y colaboración. Con gran cariño agradezco a mis hermanos
obispos, sacerdotes, a las personas consagradas y a todas las
poblaciones por el calor humano con el que han participado.


Con estos hermanos y hermanas he alabado al Señor por las maravillas
que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino en aquellas tierras. Por la
fe que ha animado y anima su vida y su cultura. Y lo hemos alabado
también por las bellezas naturales con las cuales ha enriquecido a estos
países.


El continente latinoamericano tiene grandes potencialidades humanas y
espirituales, custodia los valores cristianos profundamente radicados,
pero vive también graves problemas sociales y económicos.


Para contribuir a su solución, la Iglesia está empeñada en movilizar
las fuerzas espirituales y morales de sus comunidades, colaborando con
todas las componentes de la sociedad.


Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio tiene que
enfrentar, he invitado a alcanzar de Cristo Señor, la gracia que salva y
que da fuerzas al empeño del testimonio cristiano, a desarrollar la
difusión de la palabra de Dios, para que la importante religiosidad de
aquellas poblaciones pueda siempre ser testimonio fiel del Evangelio.


A la materna intercesión de la Virgen María, que toda América latina
venera como patrona con el título de Nuestra Señora de Guadalupe, confío
los frutos de este inolvidable viaje apostólico».


Después de rezar el ángelus el Papa dice las siguientes palabras.

 


«Queridos hermanos y hermanas.

Saludo a todos cordialmente, romanos y peregrinos. Saludo en particular a
los jóvenes de la Diócesis Pamplona y Tudena, de España.


Saludo a las hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret reunidas en
Roma con motivo del capítulo general; a la orquesta de
Offanengo-Casalbuttano; a los coros de Vigo Cavedine (Trento); a los
jóvenes voluntarios en el Convento di Arco di Trento, a los jóvenes de
Meana Sardo y a aquellos que participan a la vacación organizada por el
INPS de Pomezia; a los jóvenes de la Acción Católica de Mellaredo y
Rivale (Padua).


Les deseo a todos un buen domingo, y no se olviden de rezar por mi. Y ¡'Buon pranzo e arrivederci!».

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