Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la
liturgia de hoy resuena dos veces la palabra “testigos”. La primera vez
es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico en
la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “ Mataron al autor de la
vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros
somos testigos”. (Hechos 3,15). La segunda vez es en los labios de Jesús
resucitado: él, la noche de Pascua, abre la mente de los discípulos al
misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos
de todo esto.” (Lc 24,48). Los Apóstoles, que vieron con los propios
ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria
experiencia. Él se había mostrado para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio.
Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; todo
bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la
vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio
de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que
Jesús está vivo.
liturgia de hoy resuena dos veces la palabra “testigos”. La primera vez
es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico en
la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “ Mataron al autor de la
vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros
somos testigos”. (Hechos 3,15). La segunda vez es en los labios de Jesús
resucitado: él, la noche de Pascua, abre la mente de los discípulos al
misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos
de todo esto.” (Lc 24,48). Los Apóstoles, que vieron con los propios
ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria
experiencia. Él se había mostrado para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio.
Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; todo
bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la
vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio
de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que
Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y que relata.
Ver, recordar y relatar son los tres verbos que describen la identidad y
la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto
una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado
involucrar por el evento. Por esto recuerda, no sólo porque sabe
reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, pero también porque
aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo.
Entonces el testigo relata, no en manera fría y distante sino como uno
que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado vida.
El testigo es uno que ha cambiado vida.
Ver, recordar y relatar son los tres verbos que describen la identidad y
la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto
una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado
involucrar por el evento. Por esto recuerda, no sólo porque sabe
reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, pero también porque
aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo.
Entonces el testigo relata, no en manera fría y distante sino como uno
que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado vida.
El testigo es uno que ha cambiado vida.
Testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz
El contenido del testimonio cristiano
no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de
preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de
salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo
resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser
testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la
oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento
en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la
Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este
camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede
transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho
más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre,
valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano
se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se
vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la “resurrección” de tantos
hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la
potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de
preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de
salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo
resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser
testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la
oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento
en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la
Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este
camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede
transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho
más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre,
valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano
se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se
vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la “resurrección” de tantos
hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la
potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
María, Madre nuestra nos sostenga con
su intercesión para que podamos volvernos, con nuestros límites, pero
con la gracia de la fe, testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Regina coeli, laetare, alleluia...
Al concluir la plegaria, el Papa se refirió al naufragio de un viejo pesquero con centenares de inmigrantes ocurrido este domingo frente a las costas de Libia:
“Queridos hermanos y hermanas,
están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo. Una embarcación cargada de migrantes volcó la pasada noche a unas 60 millas de la costa libia y se teme que haya centenares de víctimas.
Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un apremiante llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez para evitar que similares tragedias se repitan.
Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestro que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad…
Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas”.
Tras un momento de silencio, el Pontífice y los fieles presentes en la Plaza de San Pedro rezaron un Ave María:
Ave María…
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
“Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, venidos de Italia y de tantas partes del mundo: a los peregrinos de la diócesis de San Andrés, en Brasil, a los de Berlín, Múnich y Colonia, a los estudiantes de Grafton (Australia) y a los de Sant Feliu de Llobregat (España). Saludo a los polacos de la diócesis de Rzeszów y manifiesto mi cercanía a los participantes en la “Marcha por la santidad de la vida” que se desarrolla en Varsovia, animando a defender y a promover siempre la vida humana.
Saludo a la Acción Católica de Formia, los fieles de Milán, Lodi, Limbiate y Torre Boldone (Bérgamo); a los chicos de Turín, Senigallia, Almenno San Salvatore, Villafontana y Grássina; a los jóvenes de Noventa Vicentina y Catania; al coro de Trecate y a los socios del Lions Club.
Un saludo especial al grupo de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con ocasión de la actual Jornada Nacional de apoyo a este gran Ateneo. Es importante que pueda continuar para seguir formando a los jóvenes en una cultura que conjugue fe y ciencia, ética y profesionalidad”.
El Santo Padre dedicó también unas palabras a la exposición de la Sábana Santa de Turín:
“Hoy comienza en Turín la solemne ostensión de la sagrada Síndone. También yo, si Dios quiere, iré a venerarla el próximo 21 de junio. Espero que este acto de veneración nos ayude a todos a encontrar en Jesucristo el rostro misericordioso de Dios y nos ayude a reconocerlo en los rostros de los hermanos, especialmente en los que más sufren”.
Como de costumbre, Francisco concluyó su intervención diciendo:
“Por favor, no se olviden de rezar por mí. Les deseo a todos un buen domingo y ¡buen almuerzo!”
su intercesión para que podamos volvernos, con nuestros límites, pero
con la gracia de la fe, testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Regina coeli, laetare, alleluia...
Al concluir la plegaria, el Papa se refirió al naufragio de un viejo pesquero con centenares de inmigrantes ocurrido este domingo frente a las costas de Libia:
“Queridos hermanos y hermanas,
están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo. Una embarcación cargada de migrantes volcó la pasada noche a unas 60 millas de la costa libia y se teme que haya centenares de víctimas.
Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un apremiante llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez para evitar que similares tragedias se repitan.
Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestro que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad…
Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas”.
Tras un momento de silencio, el Pontífice y los fieles presentes en la Plaza de San Pedro rezaron un Ave María:
Ave María…
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
“Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, venidos de Italia y de tantas partes del mundo: a los peregrinos de la diócesis de San Andrés, en Brasil, a los de Berlín, Múnich y Colonia, a los estudiantes de Grafton (Australia) y a los de Sant Feliu de Llobregat (España). Saludo a los polacos de la diócesis de Rzeszów y manifiesto mi cercanía a los participantes en la “Marcha por la santidad de la vida” que se desarrolla en Varsovia, animando a defender y a promover siempre la vida humana.
Saludo a la Acción Católica de Formia, los fieles de Milán, Lodi, Limbiate y Torre Boldone (Bérgamo); a los chicos de Turín, Senigallia, Almenno San Salvatore, Villafontana y Grássina; a los jóvenes de Noventa Vicentina y Catania; al coro de Trecate y a los socios del Lions Club.
Un saludo especial al grupo de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con ocasión de la actual Jornada Nacional de apoyo a este gran Ateneo. Es importante que pueda continuar para seguir formando a los jóvenes en una cultura que conjugue fe y ciencia, ética y profesionalidad”.
El Santo Padre dedicó también unas palabras a la exposición de la Sábana Santa de Turín:
“Hoy comienza en Turín la solemne ostensión de la sagrada Síndone. También yo, si Dios quiere, iré a venerarla el próximo 21 de junio. Espero que este acto de veneración nos ayude a todos a encontrar en Jesucristo el rostro misericordioso de Dios y nos ayude a reconocerlo en los rostros de los hermanos, especialmente en los que más sufren”.
Como de costumbre, Francisco concluyó su intervención diciendo:
“Por favor, no se olviden de rezar por mí. Les deseo a todos un buen domingo y ¡buen almuerzo!”
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