Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaús. Estos eran dos discípulos de Jesús, los cuales, después de su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, hacia su pueblo, llamado precisamente, Emaús. En el trayecto Jesús resucitado se acercó a ellos, pero ellos no lo reconocieron. Viéndolos tan tristes, Él, primero les ayudó a entender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y preanunciadas en las Sagradas Escrituras; y así reencendió el fuego de esperanza en sus corazones.
El Evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaús. Estos eran dos discípulos de Jesús, los cuales, después de su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, hacia su pueblo, llamado precisamente, Emaús. En el trayecto Jesús resucitado se acercó a ellos, pero ellos no lo reconocieron. Viéndolos tan tristes, Él, primero les ayudó a entender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y preanunciadas en las Sagradas Escrituras; y así reencendió el fuego de esperanza en sus corazones.
A ese punto, los dos discípulos advirtieron una extraordinaria
atracción hacia aquel hombre misterioso, y lo invitaron a quedarse con
ellos esa noche. Jesús aceptó y entró en su casa. Y cuando estando en la
mesa bendijo el pan y lo partió, ellos lo reconocieron, pero Él
desapareció de su vista, dejándolos llenos de estupor. Después de haber
sido iluminados por la Palabra, habían reconocido a Jesús resucitado en
el partir del pan, nuevo signo de su presencia. Inmediatamente sintieron
la necesidad de regresar a Jerusalén para referir a los otros
discípulos su experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo
habían reconocido en aquel gesto de la fracción del pan.
El camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de
fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para
el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa
dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y
desilusiones. La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes hacia
nuestra “Emaús”, dando la espalda al designio de Dios. Nos alejamos de
Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las
Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de la
esperanza y en la comunión nos da fuerza. Palabra de Dios y Eucaristía:
leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien, leer cada día
una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a recibir
a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la
Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados
que se sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y
hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría.
¡Recuérdenlo bien! ¡Cuando tu estás triste o algo así, toma la Palabra
de Dios! ¡Cuando tú estás desanimado, toma la Palabra de Dios y ve a la
Misa del domingo a hacer la Comunión, a participar del misterio de
Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.
Por intercesión de María Santísima, roguemos para que todo cristiano,
reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, especialmente en
la Misa dominical, redescubra la gracia del encuentro transformante con
el Señor, con el Señor resucitado, que está con nosotros siempre. Hay
siempre una Palabra de Dios que nos guía en nuestra desorientación; y a
través de nuestros cansancios y desilusiones, hay siempre un Pan partido
que nos hace seguir adelante en el camino.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del
Regina Coeli. Y al concluir la plegaria, el Papa confió a la Virgen la
situación de Ucrania y recordó a las víctimas del derrumbe de tierra en
Afganistán:
Queridos hermanos y hermanas,
deseo invitarlos a confiar a la Virgen la situación en Ucrania, donde no cesan las tensiones. La situación es grave. Rezo con ustedes por las víctimas de estos días, pidiendo que el Señor infunda en los corazones de todos sentimientos de pacificación y de hermandad.
deseo invitarlos a confiar a la Virgen la situación en Ucrania, donde no cesan las tensiones. La situación es grave. Rezo con ustedes por las víctimas de estos días, pidiendo que el Señor infunda en los corazones de todos sentimientos de pacificación y de hermandad.
Recemos también por los difuntos a causa del enorme derrumbe que se
abatió dos días atrás en un pueblo de Afganistán. Dios Omnipotente, que
conoce el nombre de cada uno de ellos, acoja a todos en su paz; y dé a
los supervivientes la fuerza de seguir adelante, con el sostén de
cuántos se empeñarán para aliviar sus sufrimientos.
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