- Que nadie diga ahora: la Eucaristía está para comerla
y no para adorarla. No es, en absoluto, un pan
corriente, como destacan, una y otra vez, las tradiciones más
antiguas. Comerla es un proceso espiritual que abarca toda la
realidad humana. Comerlo significa adorarle. Comerlo significa dejar que entre
en mí de modo que mi yo sea transformado y
se abra al gran nosotros, de manera que lleguemos a
ser uno solo con Él. De esta forma, la adoración
no se opone a la comunión, ni se sitúa paralelamente
a ella. La comunión alcanza su profundidad sólo si es
sostenida y comprendida por la adoración. La presencia eucarística en
el tabernáculo no crea otro concepto de Eucaristía paralelo o
en oposición a la celebración eucarística, más bien constituye su
plena realización. Pues esa presencia la que hace que siempre
haya Eucaristía en la Iglesia.
S.S.Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), "El espíritu de la liturgia".
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